Ser feliz sin tener nada, ser infeliz teniéndolo todo
Muchas personas con escasos recursos económicos o dificultades sociales parecen tener siempre una sonrisa en los labios. Ríen y disfrutan del tiempo que tienen a pesar de de haber tenido un pasado duro o de no ser excesivamente ricos. ¿Por qué hay tanta diferencia entre el grado de felicidad de una persona a otra? ¿Por qué hay personas que aunque parezcan tenerlo todo son infelices? ¿Por qué hay personas que no tienen nada y aún así disfrutan de la vida? ¿El dinero da la felicidad? Recientes estudios psicológicos indican que los motivos económicos suponen únicamente un 10% de la felicidad (una vez que las necesidades básicas como la alimentación, el sueño y la seguridad están cubiertas). Para entender por qué ocurre esto primero hay que preguntarse qué es ser feliz.
¿Qué es la felicidad?
La felicidad es un estado emocional positivo que surge de la satisfacción de las metas deseadas. Se compone de dos tipos de bienestar: el subjetivo y el psicológico. En general solemos centrarnos en alcanzar un bienestar subjetivo, es decir, en tener todas nuestras necesidades básicas cubiertas (lo que comúnmente llamamos «sobrevivir»). El bienestar psicológico va mucho más allá; busca ser feliz y sentirse pleno. Para ello son necesarios dos factores: tener metas alcanzables y sentir satisfechas las necesidades psicológicas básicas. Estas necesidades psicológicas consisten en autonomía, vinculación y competencia personal. La manera de conseguir satisfacerlas es a través de la autoaceptación, de las relaciones positivas con los demás y de la confianza en nuestras capacidades para lograr lo que queramos. La seguridad y la autoestima son los pilares básicos de la felicidad.
La receta de la felicidad
La receta de la felicidad es muy sencilla: una pizca de autoestima, unas cuantas metas alcanzables y una taza de relaciones satisfactorias. Parece fácil, pero ¿cómo conseguir los ingredientes necesarios? Entrenando.
La felicidad es una carrera de fondo. Hay que entrenar a diario para fortalecerse y llegar a la meta. Si entrenamos estando lesionados no llegaremos a estar nunca fuertes para cruzar la meta. Para sentir el impulso necesario tenemos que sentir que somos capaces de lograr lo que nos propongamos. Cuantas más metas alcancemos más seguros nos sentiremos con nuestras capacidades. El sentir que somos autónomos y resolutivos hace que crezca nuestra autoestima y seguridad. Y al crecer nuestra autoestima conseguiremos más objetivos. Es la pescadilla que se muerde la cola. Autoestima y logro se retroalimentan.
Si entrenamos duramente durante meses y no nos recompensamos lo suficiente dejaremos la carrera antes de llegar a la meta. En ocasiones somos muy exigentes con nosotros mismos y eso nos lleva a no sentirnos realizados. Por ello es necesario buscar metas que supongan un reto y que nos motiven, sin llegar a ser inalcanzables. Por lo tanto la clave de la felicidad reside en no tenerlo todo. Necesitamos algo que nos impulse y motive. Necesitamos una ilusión. Las pequeñas metas harán que nos mantengamos activos y que centremos nuestra atención en ellas.
Si entrenamos solos no llegaremos a nuestro objetivo. Las relaciones sociales son fundamentales para alcanzar nuestro máximo potencial. Nuestro entorno social nos brinda apoyo cuando estamos bajos de ánimo, y nos hace sentir útiles cuando somos nosotros los que ofrecemos ayuda. No obstante, hay que tener cuidado con acomodarse en la seguridad que nos aportan nuestra familia y amigos. La sobreprotección puede tener consecuencias negativas, ya que crea una zona de confort que no nos invita a probar nuevos retos. Paradójicamente al tener todas nuestras necesidades cubiertas por una familia excesivamente protectora la búsqueda de la felicidad se dificulta. Esto se debe a dos motivos: no sentimos merecer las facilidades que tenemos, ya que no provienen de nosotros, y nos sentimos asfixiados, porque resulta no sabemos si seremos capaces de vivir sin las comodidades a las que estamos acostumbrados. Desarrollar la autonomía es difícil cuando se somos muy dependientes de nuestra familia o fuente de apoyo. Y sin autonomía la autoestima decrece.
Por lo tanto es importante buscar un equilibrio entre autonomía y apoyo social. Para ello las relaciones con los demás han de ser equilibradas. Los demás pueden acompañarnos en nuestro camino, pero la meta hay que cruzarla solo. Los logros son personales. Para sentirnos realmente motivados las metas tienen venir de cada uno de nosotros.
En definitiva, con estos ingredientes todo el mundo puede ser feliz. La clave reside en apreciar lo que tenemos y en fomentar nuestra autonomía. Para ello debemos lograr dos cosas: apreciar lo que tenemos, y buscar pequeños retos diarios que nos motiven.